sábado, 24 de mayo de 2008

DISCIPLINA EN LA ESCUELA



Nadie en la escuela puede poner una sanción disciplinaria, no se le puede levantar la voz al alumno, no se lo puede sacar fuera del aula y dejarlo solo para que se calme, mucho menos se lo puede tocar, ni siquiera con un dedo.
Tampoco veo bien lo que se hacía en tiempos lejanos, donde el docente le pegaba con una regla en la mano al alumno, le tiraba de las orejas o lo ponía en penitencia sobre granos de maíz.
Creo que el problema radica en la comunicación entre la casa y la escuela. El familiar a cargo debería conocer al maestro que tiene su hijo, y saber que clase de persona es. No todos los docentes somos iguales, no todos estamos equivocados, ni le tenemos aversión a cierto alumno como para siempre llamarle la atención al mismo. Seguramente si un niño recibe muchas notas “malas” en su cuaderno es porque algo está pasando y no porque el maestro no tiene nada más que hacer que ponerse a escribir…
¿Quién está transgrediendo una norma si se les dice a los niños que no pueden tener prendido el celular en el aula y los papás llaman?
En resumen lo que debería saber el señor Macri es que la escuela no posee ninguna sanción disciplinaria.
Es una cadena de mandos,donde el maestro de grado es el anteúltimo eslabón y además también está vigilado.
Narodowski dirá al respecto: “Vigilante vigilado, la cadena de autoridad escolar pone los conocimientos del que enseña en función de una estrategia disciplinaria general de la que ni él, que es su principal ejecutor, puede escapar.”




EDITORIAL DIARIO CLARIN
El régimen de disciplina escolar
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Uno de los mayores desafíos de la escuela contemporánea es el establecimiento de un orden disciplinario fundado en la corrección y reconocido como pertinente por todos los miembros de la comunidad educativa.

Obviamente, en el centro de está cuestión se halla tanto el traslado de la violencia social a las aulas, como así también la legitimación de la autoridad.

En una sociedad como la nuestra, donde crece la exclusión social y con ella avanza la violencia y la anomia, la escuela pública tiene el desafío de mantener en sus aulas a los chicos provenientes de los sectores sociales más empobrecidos y, además, debe sustituir a familias ausentes o en proceso de descomposición.

Por eso, las modalidades disciplinarias centradas en la expulsión de los chicos de la escuela deben ser sometidas a un riguroso proceso de replanteo. Y es que no resulta desde ningún punto de vista aconsejable que se deje en la calle a quien justamente más necesita de la socialización educativa.

Esta consideración resulta pertinente ante la propuesta de sustitución del régimen disciplinario de las escuelas secundarias de la provincia de Buenos Aires. Se trata de dejar de lado un sistema fundado en las amonestaciones y en la expulsión, el cual data de 1958. En su lugar, y de prosperar la propuesta que impulsan las autoridades educativas bonaerenses, los docentes, padres y alumnos serán los encargados de establecer en cada institución de enseñanza secundaria un reglamento de convivencia para determinar las sanciones.

Esta modalidad persigue el establecimiento de reglas disciplinarias a través de un proceso participativo, en el cual intervendrían los diferentes actores de cada comunidad escolar, lo cual le da un sustento de fuerte legitimidad a las normas que resulten establecidas. Además, las sanciones podrán consistir, por ejemplo, en la realización de tareas reparadoras.

La propuesta no sería de aplicación compulsiva, y por ello los establecimientos que así lo decidan podrían seguir con el viejo sistema de las amonestaciones, el cual ya fue sustituido en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires.

Más allá del régimen de sanciones, el gran objetivo es que la escuela pueda desenvolver sus actividades de una manera tal que logre, además de transmitir conocimientos, reforzar la socialización de los chicos y adolescentes en base a las normas y a los patrones de conducta propios de nuestra sociedad.